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  REMEMBRANZAS DE MI PUEBLO

REMEMBRANZAS DE MI PUEBLO

 

ISMAEL VALDÉS A.

INTRODUCCIÓN

Los pueblos como los seres humanos que lo conforman necesitan el conocimiento del pasado para proyectarse hacia el porvenir. La historia nos brinda los cimientos sobre los cuales ha de construirse el presente y sostenerse el futuro. Pero los cimientos están hundidos, no aparecen visibles para el presente y mucho menos lo estarán para el porvenir. De allí la necesidad de quienes lo conocieron los describan para beneficio de las futuras generaciones.

Cuantas veces traemos a nuestra mente recuerdos gratos de nuestra infancia pueblerina; sin cesar recorremos con un poco de tristeza los años felices de nuestra niñez, dibujándose en nuestra mente, parajes, rostros, personas y hechos grabados con claros perfiles desde nuestra perspectiva presente de atalayero.

Del Atalaya de ayer quedan pocos vestigios en pie como testigos mudos de una época que es grato recordar. No es fácil escribir la historia de los pueblos y menos cuando las fuentes que nos podían proporcionar las luces para apuntar nombres, lugares y fechas, han desaparecido; pasajes importantes se diluyen en. Mis recuerdos de infancia, es difícil revivirlos con el mismo sentimiento del pasado.

He realizado este esfuerzo rescatando vivencias que aún se sostienen en mi memoria. Es obvio que esta tarea no está completa, adolece de omisiones de nombres, apellidos, personas, sitios y hechos que me hubiese sido placentero destacar, pero que los años se han encargado de ocultar. He preparado este trabajo con la mejor buena fe de revivir el Atalaya de ayer, ochenta años atrás como tributo a mi pueblo natal y como homenaje y reconocimiento a las mujeres y varones distinguidos y modestos que en el pasado contribuyeron al progreso y florecimiento de nuestro pueblo. De una manera muy especial le dedico este trabajo a mis hijos y nietos, a mis sobrinos Héctor Jovino, Ángel Honorio, a mis sobrinas Ladis Pinzón de Lasso, Zoila Pinzón de Vives y a la juventud de Atalaya, para que conozcan un poco de nuestra historia y sientan admiración y gratitud por los coterráneos desaparecidos que con su sudor y esfuerzo contribuyeron a la transformación de nuestro pueblo.

EL PUEBLO Y SU GENTE

Para los años a que me refiero, Atalaya era un pueblito de escasos moradores que solo estaba formado por lo que es hoy la plaza principal, no existían las calles que la contornan. En las barriadas Once de Octubre, Arenilla, Holanda, Llano Bonito, Calle Abajo y El Macanito, habían unas que otras casas muy es
parcidas.


Las casas alrededor de la plaza en su mayoría eran de techo de paja (Paja de nata),
pocas eran de techo de tejas con paredes de quincha o de tablas. La entrada del pueblo estaba donde comienza la plaza principal al lado del bicentenario árbol de caimito, en ese entonces majestuoso como de aproximadamente 50 metros de altura y que hoy maltratado por los años se resiste a morir.

 

A la entrada del pueblo en la plaza principal donde está hoy día la casa de Eladio Gómez estaba una casa de propiedad de Enrique Benítez, allí funcionaba una cantina de su propiedad, la casa era de techo de tejas y paredes de tablas. Al otro lado se ubicaba la casa de don Pedro Guevara y la señora Arcadia Marín actualmente remodelada y ocupada por la señora Sofía Guevara viuda de Díaz.

 

Bajando en la misma dirección entre la casa de Pedro Valdés (Pellin) y la de Augusto Concepción, residía la señora Jacinta Guevara en una casa de techo de paja y paredes quincha, seguidamente estaba la vivienda del chino José Luis Jorge y señora Rosa Concepción. A continuaci6n donde se encuentra la casa de Beto Gill vivía Pascual Vallejos quien fue el primer alcalde de Atalaya después de la restauración del distrito en el ario de 1936; era una casa de techo de paja, paredes de quincha, portal de zinc y piso de tierra.

 

En la misma trayectoria podíamos ver la casa de Calazancio Valdés y la señora Virginia Viamonte de Valdés, padre y madre respectivamente de Octavio, Arcadia, Santiago, Aminta, Indalecio, Julia, José de la Cruz, Virginia, Olivia, Erasmo y Gilberto Valdés. Donde está actualmente la casa municipal estaba una casa de techo de zinc de cuatro aguas, paredes de tablas y piso de madera al estilo de tambo, o sea, sobre pilotes de madera como de dos pies de altura. Allí funciono por mucho tiempo una escuela de dos salones.

 

Donde reside actualmente José I. García y la señora Gudelia Pinzón de García, vivía la señora Emilia viuda de Pinzón, madre de Francisco, Samuel, Cesar, Toribio, Eliseo, Enma, Elena, y Zaida Pinzón. Contigua a esta casa estaba la se la señora Elena Zevallos madre de la señora Cristina Zevallos de Valdés, José del Carmen, Alfredo y Ana Zevallos. Esta casa era de techo de paja con portal de zinc, paredes de quincha y piso de tierra. En ese lugar se encuentra hoy la casa de la señora Telesfora viuda de Pinzón.

 

A continuación estaba la casa de la señora Hortensia González madre de la señora Paula González, Sara Zevallos, Laura González de Alfano y Ángel Custodio González; era una construcción de techo de tejas, paredes de tablas y piso de cemento situada en el mismo lugar donde está la casa de las hijas del señor Antonio Arce y Sara Zevallos de Arce. A esta casa seguía la vivienda de Eustorgio Zevallos y la señora Juana Mojica de Zevallos, quienes engendraron a Ester Zevallos de Gonzales, Eustorgio Zevallos, Elvia Zevallos de Visuetti, Lilia Zevallos de pinzón y Pedro Zevallos, esta casa era de techo de tejas, paredes de madera y piso de cemento.

 

Un poco más adelante seguía la casa del señor Gregorio pinzón y la señora Justina Portugal, cuya hija fue la señora María de Jesús pinzón viuda de Benítez, era una construcción de techo de tejas y paredes de madera. Entre esta casa y donde vive actualmente el señor Jerónimo Jorge estaba la casa del señor Salvador pinzón, hermano de Gregorio pinzón; era de techo de paja, paredes de quincha y piso de tierra. Donde vive Jerónimo Jorge estaba la tienda del chino José Luis Jorge, padre de Julio Jorge y abuelo de Jerónimo; era de techo de tejas, paredes de madera y piso de cemento. En la casa de alto de Jerónimo Jorge había una casita de paja, paredes de pencas y piso de tierra, allí vivía la señora Mercedes Viamonte.

 

La casa siguiente era propiedad del señor Félix Mojica, padre de Jorge Daniel Mojica (Chichin) y de la señora Alicia Mojica de Reyes; esta casa era de techo de tejas y paredes de quincha, estaba ubicada exactamente donde hoy vive Chichin Mojica.

 

Más adelante se observaba la tienda del chino Rosendo Jorge y su esposa Josefa González de Jorge en el mismo lugar donde se hubicaba la casa del señor Absalón pinzón, hoy es un lote vacío; la casa era de tejas, paredes de madera y piso de cemento. Al frente, al otro lado de la calle en la esquina donde está la casa del difunto Eustorgio Zevallos (Tollito) residía la señora María de la Luz viuda de Caballero, ella era la telegrafista, su casa era de techo de paja, portal de zinc, paredes de quincha y piso de tierra, allí mismo funcionaba la telegrafía.

 

En la esquina contigua en un lote vacío, ahora propiedad de Roberto Atencio (Palle), había un rancho de paja, paredes de quincha y piso de tierra, en ese lugar residía la señora Marcos Quintero; en la otra esquina al lado de la actual casa de Raúl Saavedra se ubicaba una casa de techo de tejas, paredes de madera y piso de ladrillos propiedad de la señora Josefina Caballero viuda de Medina y donde residió años después la señora Matilde Ávila, hoy día es un lote vacío.

 

En la misma trayectoria alrededor de la plaza al lado de la casa que era propiedad de Enrique Benítez había un rancho de techo de paja y paredes de cogollo de caña donde vivía una señora llamada Eugenia. Donde está la casa de Enrique Benítez, y que hoy es propiedad de Iván Esquivel, residía un señor colombiano llamado Belisario (no recuerdo su apellido), apodado "Don Beli", tenía una mujer de nombre Juana apodada "Juana la loca" porque padecía de demencia; esta casa era de techo de paja, paredes de pencas y piso de tierra.

 

Más adelante donde hay un lote vacío, propiedad de Iván Esquivel y donde residió hace como tres o cuatro décadas una señora llamada María Chacón, vivia un señor, también colombiano, conocido con el sobrenombre de "Ño Mateito", su esposa era la señora Clementina Medina y la casa era de techo de tejas, paredes de quincha y piso de tierra.

 

Donde actualmente vive la señora Gladis Herrera vivía en un rancho de paja y paredes de penca, la señora Emilia Marín viuda de Herrera, madre de Celia, Federico, Fideligna, Rodolfo, Ana, Abdón Herrera y Ernesto Marín. Al lado vivía en un rancho de paja y paredes de penca la señora Paula Herrera viuda de Valdés, madre del señor Pedro Valdés y Teófilo Valdés, en lugar donde hoy se encuentra la casa de Josefa Valdés (Chepa). En el actual estacionamiento depósito de la casa cural residía en un rancho de paja y techo de quincha la señora Marta Herrera, hermana de la señora Paula Herrera.

 

Inmediatamente después estaba la casa cural, exactamente donde está la actual, construida en el año 1914 por el padre Cánovas con la cooperación del pueblo. Esta casa era de techo de tejas, paredes de quincha y piso de cemento. Tenía cinco cuartos, comedor, cocina, depósito y terraza.

 

La casa que seguía se ubicaba donde hoy vive el señor Ricaurter pinzón (Cate); allí vivía la señora Marcos Campos con su hijo Salvador Campos. Era una casa de techo de tejas, paredes de quincha y piso de tierra. Seguidamente había un rancho de paja y paredes de penca donde residía la señora Juana Campos y su hijo Santiago Campos. En el lugar donde está hoy la casa de Francisco (Chico) Campos y su mamá Luisa Arroyo, había una casa de techo de paja, paredes de quincha y piso de tierra de propiedad de Ángel Campos y su esposa Salvadora González, cuyo hijo fue José Manuel Campos (Nengue).

 

Entre la casa de la señora Luisa Arroyo viuda de Campos y la de Ricardo Aidé y señora, vivía un señor extranjero (no recuerdo su nacionalidad) de nombre José Manuel Richard y abuelo de la profesora Joaquina Rojas que reside en La Pelña de Santiago; esta casa era de techo de tejas, paredes de tabla y piso de tierra.

 

Donde actualmente está la telegrafía vivía el señor Rafael Díaz, padre del señor Rafael Díaz (Rafaelito), esta casa era de zinc, paredes de quincha y piso de tierra. En el mismo lugar donde está hoy el estacionamiento de Enrique Flores estaba la casa de Benigno Flores; era de techo de tejas, paredes de quincha y piso de tierra. Más adelante, donde hoy vive el señor Guillermo Zevallos, vivía el señor Tomas Guerra en una casa de techo de zinc, paredes de quincha y piso de tierra que posteriormente paso a propiedad de la señora Eufemia Campos, madre de Bernarda, Manuel, Esperanza, Otilia y Aurelio (Yeyo) Campos.

A continuación estaba la casa del señor Pedro Valdés, padre de Pedro Valdés (Pellin), Cristina, Leticia, Leonor y Marta Valdés. Esta casa estaba situada donde vive actualmente el señor Marcos pinzón y era de techo de tejas, paredes de tablas y piso de tierra.

 

Donde está la casa de dos plantas (mini-súper) de propiedad del chino Luis, vivió el señor Polidoro Pinzón, padre de Mario, Tomas, Julio, Aurora, Raquel, Rodrigo y Polidoro Pinzón; la casa era de techo de tejas, paredes de quincha y piso de tierra. Después sirvió esta casa como escuela donde quien escribe hizo su primer y segundo grado de enseñanza primaria. En el extremo de la plaza se encontraba una casa de techo de tejas, paredes de tabla y piso de cemento de propiedad de la señora Pura viuda de Pinzón, madre de las señora Josefa Pinzón de García, Dídimo, Emerico, Ernesto, Ernestina, Pura y Hortensio Pinzón; esta vivienda se ubicaba donde hoy está la farmacia El Nazareno.

LOCALES E INSTITUCIONES

La plaza mayor estaba totalmente abierta sin aceras ni árboles y al fondo sentaba sus reales el templo parroquial; este era una estructura pequeña de techo de tejas, pilares de madera cuadrada y paredes de ladrillo, al igual que la torre sugería un estilo colonial. Las bancas del templo estaban señaladas con los nombres de sus dueños. Sobre el piso había algunas lapidas de mármol con inscripciones cubriendo los restos de personajes difuntos importantes; de ellas, recuerdo una, se trataba de los restos del Padre José Matías Zevallos, quien según cuentan algunas personas, fue cura párroco de la población por espacio de cuarenta años y murió en 1903. Al observar esto, se sentía profundo respeto, propio del sentimiento religioso del pueblo y que impresionaba y sobrecogía nuestro espíritu infantil y nos ponía a meditar en el destino del ser humano.

 

El parque donde actualmente se alza el quiosco, se distinguía sembrado de árboles ornarnentales, plantas y flores a su alrededor, protegido con varillas de hierro y pilastras de concreto para su mejor conservación. Al lado del parque se podía ver el pequeño edificio colonial usado como cárcel, conservado en su estructura general hasta hoy día. Esta construcción tenía dos celdas; una Llamada "La Chiquita" para uno o dos presos, y otra más grande donde podían alojar a varios detenidos. La cárcel contaba con un "cepo", este aparato consistía en dos tablones colocados uno sobre otro y adheridos al suelo; tenía varios agujeros por donde se le metía al detenido una o las dos piernas mientras permanecía acostado. Esta pena se le aplicaba a los reos de conducta agresiva para seguridad de los otros que se encontraban en la misma celda. Al extremo de este parque se encuentran dos viejos árboles de tamarindo ambos bicentenarios por lo que contaban las personas mayores. Recuerdo que cuando cursaba tercero y cuarto grado de enseñanza primaria, en el recreo jugábamos bajo sus sombras y ya estaban del mismo tamaño y grosor.

 

No existía edificio escolar. La escuela funcionaba en locales dispersos, hasta que en 1937 se inauguró un edificio de cuatro aulas donde está la actual escuela primaria, allí curse mi sexto grado de enseñanza. No puedo evitar en este momento que lleguen a mi mente aquellos gratos recuerdos de estudiante y en especial guardo en mi corazón con cariño la semblanza de ese gran y consagrado educador Francisco de Jesús Pinzón, cuyas sabias enseñanzas recibieron generaciones de atalayeros que hoy lo recuerdan igualmente con afecto. Otro buenos maestros desfilan por mi mente como las educadoras Diana Julia Chiari, Elsa Chavarría, Nini de Bello, Alejandro Mosquera y Adriano Agui


LAS COMUNICACIONES

Hilvanando bien las ideas que fluyen por mi mente, Atalaya era por aquellos años, un pequeño pueblo de reducida población donde el diario vivir fluía tranquilo, amigable, sencillo, sin grandes pretensiones y sin el propósito de hacer daño al vecino. Entre los habitantes se guardaba un afecto casi familiar, con costumbres hogareñas ejemplares y con una sólida fe religiosa. No había para la época radio, televisión, servicio telefónico (existía el servicio telegráfico), fluido eléctrico ni acueducto. No existían carreteras tal y cual las conocemos hoy y los caminos que comunicaban a las comunidades estaban en condiciones precarias. El alumbrado público consistía en unos faroles de kerosene colocados en áreas del poblado y eran encendidos por una persona que con escalera al hombro cumplía su misión a la seis de la tarde hasta las once de la noche, todos los días. El difunto Calazancio Valdés se ocupaba de esa labor.

 BALNEARIO Y FUENTES DE AGUA

Todo cambia con los años, siendo la naturaleza la primera resentida. La deforestación de nuestros bosques deja palpar sus consecuencias y vemos con gran pesar la desaparición de quebradas como la Hostia, Quebrada Grande, el Gallotero, el Rasca con su charco San Miguel y el Charco el Trapiche, donde niños y adultos nos bañábamos sin peligro de contaminación.

 

Para el consumo de agua potable existían fuentes naturales de roca viva que existían en varios puntos alrededor del pueblo, tales como: el Juncal, el Macanito, el Rasca y el Esparvé. La mayoría de estas fuentes de agua han desaparecido o están contaminaciones. Posteriormente los diferentes gobiernos nacionales iniciaron la construcción de pozos artesanos de agua potable para el consumo humano y otros usos.

A la entrada del pueblo en su parte sur, al final de lo que es hoy la calle abajo, había una fuente de agua viva llamada El Vestidero a razón de que estaba cubierta por una espesa mata de monte donde las personas de las comunidades vecinas como Balbuena, La Carrillo, Las Tranquillas, Las Ánimas, Los Peñeros, etc., en tiempos de invierno la utilizaban para lavarse y cambiarse de vestidos.

VISIONES Y LEYENDAS

La poca luz existente dejaba bastante oscura la plaza y los callejones contiguos, razón por la cual, poco se transitaba de noche por temor, no a los malhechores, porque aquellos eran otros tiempos, sino, a los fantasmas, apariciones, .duendes, la tulivieja, el chivato, la silampa, María Eugenia, brujas, etc., que habían creado la imaginación popular. Relataban las personas mayores de la época que María Eugenia era el nombre acuñado a un fantasma que aparecía, bien entrada la noche en la plaza y alrededores del pueblo. Esta era una mujer alta, moñona (pelo largo), vestida de blanco y no se le distinguía la cara. Algunas personas serias del pueblo tales como señores Calazancio Valdés, Moisés pinzón, José María Visuetti y otros trataron de seguirla sin resultado alguno, porque al verse perseguida se dirigía al cementerio donde desaparecía.

 

Igualmente aparecía otro fantasma llamado La Silampa. Era una mujer vestida de blanco de tamaño sobrenatural, que al verse observada aumentaba de tamaño de manera escalofriante. Incorporo estos relatos como parte de esa historia que muchas veces permanece escondida en el tintero de algunos, pero que creo importante que los atalayeros conozcan, porque fueron vivencias de sus progenitores, testigos de esos sucesos, aunque parezcan leyendas.

FESTIVIDADES POPULARES Y RELIGIOSAS

No puedo dejar de referirme a las festividades populares más celebradas en las que participaba la población en una u otra forma. Las más conmemoradas con alegría y entusiasmo eran La Semana Santa, El Primer Domingo de Cuaresma, las patronales de San Miguel Arcángel y la Navidad Llamada también "Misas de Aguinaldo".

 

  LA SEMANA SANTA:


Como festividad religiosa era esperada con mucho entusiasmo y
fervor. Comenzando el viernes anterior al Domingo de Ramos, se celebraba el viernes de los dolores; consistía en un solemne viacrucis alrededor de la plaza con las imágenes de Jesús con la cruz a cuestas acompañada solamente por los varones. La imagen de la virgen salía por la parte opuesta a la procesión de los hombres acompañada por las mujeres. Ambas procesiones se encontraban a la altura de la "cuarta estación" tal como lo señalaba el viacrucis "Jesús encuentra a su madre santísima". Al momento que las dos imágenes se acercaban se daban siete campanadas dobles en forma lenta, esto significaba según la tradición, los siete dolores de la Virgen Santísima. Este acto era conmovedor y practicado con mucho fervor. A continuación el viacrucis se desarrollaba con la imagen de Jesús adelante seguido de la Virgen hasta culminar en la iglesia con la última estación.

 

El sábado víspera del Domingo de Ramos, la imagen de Jesús triunfante era llevada en la noche a una residencia particular en las afueras del pueblo donde era velado toda la noche. Al día siguiente, domingo de Ramos, los actos religiosos se iniciaban a las nueve de la mañana con la procesión de las Palmas alrededor de la iglesia e inmediatamente después se iniciaba la misa. A las cinco de la tarde se llevaba a cabo la procesión de la entrada de Jesús Triunfante a la cuidad de Jerusalén. En esta representación en vez de un asno o burrito se usaba un caballito que era elegantemente adornado y preparado con los aperos necesarios para montar la imagen de Jesús (este caballito era prestado por el señor Pablo Zevallos residente en la población de Chupampa, cumpliendo según él con una manda todos los años). Previamente, a la entrada de la plaza se cerraba la calle y se construía lo que se llamaba "Puerto de Tierra", que significaba la puerta de entrada a Jerusalén. Al llegar a la entrada con la imagen de Jesús Triunfante, seguida de la muchedumbre, se entonaban unos cánticos en forma de diálogos entre el sacerdote en la parte de afuera y un cantor en la parte de adentro; al concluir el diálogo, el sacerdote daba tres golpes a la puerta y esta se abría dándole entrada Jesús triunfante con el pueblo a la ciudad. Una vez adentro, una calle de honor compuesta de niñas togadas elegantemente, regaban flores al paso de Jesús triunfante hasta concluir la procesión en la iglesia donde bendecían las palmas y objetos que pendían de ellas, tales como, figuras religiosos, mazorcas de maíz y manojos de espigas de arroz; estos últimos eran usados por los agricultores para revolverlo con la semilla que sería usada en la próxima siembra con el fin de obtener una buena cosecha.

 

Los actos religiosos continuaban el Jueves Santo con una misa solemne a las nueve de la mañana, con el lavatorio de los pies a los apóstoles, la develación del monumento y la entonación del Santísimo Sacramento. Seguía la procesión del silencio para varones y culminaba con la adoración del Santísimo Sacramento por delegaciones hasta las doce de la noche.

 

Un dato curioso e importante que quiero señalar y que representa una costumbre ya olvidada, es el uso de la "Matraca". Este era un artefacto de madera (tabla) como de catorce pulgadas de alto por ocho de ancho, con agarradero y una argolla de hierro giratoria, que al accionarla con un brusco y continuado movimiento de brazo y muñeca, sonaba lo suficientemente fuerte para anunciar actos religiosos. La matraca se empezaba a utilizar culminados los actos litúrgicos del Jueves Santo al mediodía en señal de duelo, sustituyendo el alegre repique de campanas. El sonido enérgico y lúgubre de la matraca se mantenía hasta el Sábado Santo al momento del Canto de Gloria.

 

El Viernes Santo los oficios religiosos se iniciaban a las tres de la tarde siguiendo la tradición de la hora en que murió, nuestro Señor Jesucristo, con la lectura de la pasión y demás actos alusivos hasta el retiro del santísimo del monumento. A las ocho de la noche se iniciaban los actos con el sermón de las siete palabras y el descenso de nuestro señor Jesucristo de la Cruz.

 

Todas la ceremonias, especialmente las del Viernes Santo, eran muy concurridas y practicadas con profundo fervor y devoción, guiadas por la motivación que les imprimía el padre Juan José Cánovas, que sin poseer dotes de gran orador con sus palabras conmovía de tal manera que la mayoría de los asistentes lloraban de emoción sobre todo en el acto del descenso. Para este último acto se confeccionaba el Calvario bastante natural con la imagen de Jesús crucificado. Los personajes de la Virgen María, San Juan y la Magdalena eran representados en vivo, al igual que los personajes de José de Arimatea y Nicodemus, estos últimos representados por Gregorio Pinzón y Apolonio Valdés quien fue mi padre.

 

Cumpliendo lo anterior y colocando la imagen del cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo en el sepulcro, se iniciaba la procesión llamada del "Santo Entierro", con los siguientes "Pasos" o andas: La Cruz, el Santo Sepulcro, la Santísima Virgen, San Juan y la Magdalena. Esta procesión era muy concurrida y celebrada con gran sentimiento religioso.

 

El sábado de Gloria o Sábado Santo, los actos litúrgicos se iniciaban a las diez de la mariana con la bendición del fuego y el agua bautismal, el pregón pascual y la misa solemne de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo con el canto de gloria. Debo agregar que en todos los actos del jueves, viernes y sábado tenían participación los “soldados romanos” elegantemente ataviados con vestidos imitando a los soldados del imperio romano, vestidos que eran confeccionados por artesanos de la comunidad.

 

Las festividades de la Semana Santa culminaban el domingo de Pascuas o de Resurrección, con misa solemne en la madrugada, continuando con la procesión Del Encuentro, con los siguientes Pasos: La Cruz, San Juan y La Virgen María que salían por un lado de la plaza; por el otro lado salían la Magdalena y el Resucitado. Al encontrarse, el primer paso de cada cortejo, corrían y haciendo una genuflexión regresaban a toparse con las otras, simbolizando el anuncio de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Después continuaba la procesión con repiques de campanas.

 

Quiero resaltar que para la celebración de todos estos festejos el padre Cánovas nombraba lo que él llamaba "Los Mayordomos", estas eran personas que se encargaban de organizar los actos, para ello, se dividían en comisiones tanto para el arreglo de las andas o pasos, como para la construcción del Puerto de Tierra, el monumento, el calvario, etc.

 

Al terminar la procesión del encuentro, el Domingo de Pascuas de Resurrección se efectuaba un acto jocoso muy particular llamado La quema de Judas. Ésta práctica, heredada lo más seguro de la época colonial, consistía en la confección de un muñeco que representaba a Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Jesús por treinta monedas de plata. El señor Gregorio Pinzón (maestro Gollo) se encargaba de su confección.

 

 

El Sábado Santo o Sábado de Gloria, el judas era paseado por el pueblo por un grupo de personas en horas de la tarde a pie o a caballo. Lo llevaban de casa en casa y hacían que los presentes lo abrazaran y besaran en señal de despedida. El domingo, culminada la procesión de El Encuentro, como a las seis de la mañana, antes de quemarlo era paseado nuevamente por el pueblo y en cada esquina de la plaza se procedía a leer el testamento de Judas el cual otorgaba su heredad en cuanto a bienes, además, se daba consejos a las personas más distinguidas o populares del pueblo. El documento era confeccionado en forma de versos por los poetas Pablo Zevallos y Matías Zevallos; hasta el Padre Cánovas quedaba incluido en el testamento. Casi siempre el primer verso o estribillo comenzaba así:

 

“YO SOY JUDAS ISCARIOTE

SOY NATURAL DE JUDEA

Y AUNQUE USTED NO ME LO CREA

GUINDARÉ POR EL GAZÑOTE”

 

Este acto a finales de la década del cuarenta, después de la muerte de don Gregorio Pinzón, fue desapareciendo hasta que unos años más tarde el difunto Agustín Cruz restableció esta tradición, quizás no con el mismo entusiasmo y riqueza tradicional, pero sí sirvió para que su hijo José Ángel Cruz (Señore) y otros actualmente mantengan viva esta atractiva tradición.

 

  LAS PATRONALES DE SAN MIGUEL ARCANGEL:


Las fiestas patronales de San
Miguel Arcángel se iniciaban con la novena en su honor y consistía en salve solemne a las ocho de la noche. El día veintiocho de septiembre, víspera de las fiestas, a las doce del día, alegres repiques de campanas y camarazos anunciaban las festividades y a las ocho de noche en la Ultima novena se realizaba otro salve solemne y fuegos artificiales. En la mayoría de los hogares por muy humildes que fuesen, se colocaban colgando de los portales faroles construidos de viruli de caña con papel de colores imitando los faroles chinos, adornos estos que causaban entusiasmo a grandes y chicos. A las diez de la mañana del día veintinueve tenía lugar la celebración de la Santa Misa a la que asistían sacerdotes de otras parroquias, cantada por el señor Carmelo Alfano, gran organista, y amenizada por una orquesta de Santiago con la presencia de gran cantidad de gente del pueblo y comunidades vecinas, acto seguido se realizaba la procesión acompañada igualmente por la orquesta. Concluida la procesión Los asistentes acudían a la sacristía para esperar al padre Cánovas y acompañarlo a la casa cural para felicitarlo por coincidir ese día con la fecha en que canto su primera misa en el altar de oro de la iglesia de San José en la ciudad de Panamá. El acto era amenizado por una retreta de la orquesta en su honor, culminando con un brindis ofrecido por el padre canoas.

 

En la tarde había cabalgatas y corridas de toro. La barrera para la lidia de los toros se construía en la plaza principal, en ella se levantaban palcos de madera donde con mayor comodidad se instalaban los miembros de las familias y amigos. Los toreros casi siempre eran oriundos de Herrera o los Santos, no eran improvisados como ahora, las fiestas se prolongaban tres días y un dia de "gallota".

 

La fiesta tanto en el aspecto religioso como la de la calle era organizada por mayordomos escogidos de común acuerdo entre el párroco y autoridades municipales, ellos se encargaban de nombrar y escoger las comisiones para cada una de las actividades programadas. Para la fiesta de toros y bailes se nombraban abanderados, recayendo esta responsabilidad por lo general en políticos o personas importantes vinculadas a la comunidad.

 

En esa época se traía una orquesta de Panamá para amenizar los bailes llamadas de "Gala". Al popularizarse los conjuntos típicos no se practicaron más estos bailes. Además de las tres noches de bailes de gala, en otros lugares de diversiones se efectuaban bailes populares denominados "curachas" donde el pueblo daba rienda suelta a su alegría.

 

NAVIDAD Y MISAS DE AGUINALDO:


Estas festividades al igual que las fiestas de
San Miguel eran programadas y organizadas por el padre Cánovas y mayordomos nombrados para tal fin; esta vez, con la participación de las comunidades a las que se les otorgaba una misa y novena agrupadas en cuatro o cinco comunidades por cada día, correspondiéndole la Ultima novena al pueblo.

Los mayordomos de cada grupo de comunidades eran escogidos por el padre Cánovas entre las personas más representativas y pudientes quienes se encargaban de pagar los gastos de la parte religiosa y las festividades de calle, incluyendo los fuegos artificiales.

 

El primer día de la novena las fiestas se iniciaban al mediodía con entusiastas repiques de campanas y camarazos toda la tarde con intervalo de una hora. A las seis de la tarde, repiques de campana anunciaban el primer toque para la novena, que consistía en una salve solemne cantada por el organista Carmelo Alfano. Después de la novena se realizaba la exhibición de fuegos artificiales y globos, continuando los camarazos esporádicos toda la noche; a las cuatro de la mañana sedaba el primer toque para la misa solemne que se iniciaba a la cinco.

 

Así continuaban sucesivamente las novenas desarrollándose una especie de competencia entre los grupos, por ver quien se presentaba mejor en cuanto a solemnidad de las novenas y misas, algunos traían orquestas de la ciudad de Santiago o conjunto de guitarras y violines para alegrar las novenas, y todas procuraban tirar el mayor número de fuegos artificiales.

 

La Última noche, o sea la noche buena, como he dicho, correspondía al pueblo. La participación de la gente y las comunidades era notable, pues además de la novena se celebraba la "Misa de Gallo" a las doce de la noche, después se realizaba el acto de adoración al niño Dios por las "Pastorcitas", que eran niñas de la comunidad ataviadas elegantemente con vestidos de la época de Jesús. Concluida la misa, intempestivamente salía a la plaza principal el "Torito Guapo", este consistía en un armazón de madera o palos redondos cubierto con un cuero seco de res, del llamado cuero crudo al que se le daba la forma de un toro, cuya cabeza era una calavera de toro con los cuernos forrados con trapos empapados en sebo de res que al encenderlo producía una llama grande. El toro por la parte de abajo quedaba hueco lo que permitía a un hombre colocárselo sobre sus hombros y así sorpresivamente salía de un lugar oculto de la plaza persiguiendo a la gente ante la algarabía, risas y gritos de mayores y niños. Los conductores del toro se turnaban hasta que el fuego se extinguiera.

 

Concluidas las fiestas religiosas y fuegos artificiales se desarrollaban las fiestas de calles que consistían en bailes populares. Al principio las fiestas se realizaban en la plaza principal en la entrada donde estaba la cantina del señor Enrique Benítez, hoy residencia del señor Eladio Gómez. Allí tenía lugar el baile amenizado con acordeón ejecutado por el músico apodado "Chico Venao". Acompañados de una caja, en la plaza los campesinos formaban bailes con guitarras y violines llamados bailes de cuerda donde ejecutaban la mejorana, punto, cumbia, sueste, zapateo, etc.; estos bailes duraban hasta bien entrada la madrugada. En la plaza se colocaban puestos de comidas con fogones de piedra en el suelo; el alumbrado se hacía con mechones de kerosene. Nunca faltaba el tradicional sancocho de gallina, puerco asado, chicharrones, empanadas de maíz, queques, huevitos de faldiquera, merengues, alfajores, chiricanos, etc. Al clausurar el señor Enrique Benítez su cantina, las actividades fueron trasladadas a la calle de abajo donde todo fue cambiando debido a que se fue popularizando el baile de acordeón, con caja, tumba y guira, a los que se les llamo bailes TIPICO

EL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA:


El origen a la devoción de la imagen de Jesús Nazareno de Atalaya, por su antigüedad se pierde entre mitos y leyendas. Pero la versión que ha prevalecido es la dada por el Padre Pedro Mega en su original ensayo histórico sobre la Iglesia de Atalaya. Allí afirma el Padre Mega que la devoción se originó en tiempo de la colonización y evangelización en un conflicto entre aborígenes rebeldes y españoles; éstos últimos, se encomendaron a Dios y así se lo hicieron saber a grupos de indígenas amigos, para que los protegiera en la lucha y ofrecerles como tributo una imagen de Jesús Nazareno. Al triunfar los españoles o al no darse la batalla como se esperaba, tanto españoles como aborígenes amigos, cumplieron con su promesa y construyeron un bohío o rancho de penca a orillas de el Río de Jesús, llamado así en honor a este acontecimiento.

 

Después de fundada la Parroquia de Atalaya entre los años 1614 a 1620, se construyó una iglesia donde está la actual, era de techo de palma y madera redonda, y se trasladó la imagen de Jesús Nazareno al nuevo lugar. En el documento del Padre Mega se Reconoce que para la época ya se hacían peregrinaciones al lugar, “En 1753 existían en esta Parroquia cuatro Cofradías; la primera y principal era la de nuestro Padre Jesús Nazareno”, y agrega el Padre Mega: “1754, septiembre 30: cuenta de cargo y data que yo Félix Gómez, mayordomo de la Cofradía de nuestro Padre Jesús Nazareno doy fe de los gastos de dicha Cofradía y de lo que le ha entrado de limosnas de Jesús Nazareno desde el día 26 de septiembre de 1753, limosnas de 12 misas cantadas. Y te doy en data 6 pesos y 6 reales que se le dan al padre cura para la festividad que se le hace a Nuestro Padre Jesús Nazareno el primer domingo de cuaresma...”

 

Con lo anterior sólo quiero dejar constancia de que la devoción a Jesús Nazareno de Atalaya data de los tiempos de la colonia y desde aquella época ya se hacían movilizaciones para rendirle tributo y adoración a la imagen. Así en los archivos con fecha de 1782 firmado por el mayordomo José Nuñez de Arco de la Cofradía de Jesús Nazareno se lee: “de los grandes movimientos de peregrinos que en ese año concurrieron en Atalaya a cumplir sus mandas y asistir a las fiestas de Nuestro Padre Jesús Nazareno...” y sigue enumerando peregrinos de: “San Francisco de la Montaña, San Francisco Javier de Cañazas, San Buenaventura de Las Palmas, San Pedro de Montijo, Santiago de Veraguas, La Villa de Los Santos y Las tablas”.

 

Mis recuerdos sobre la festividad del Primer Domingo de Cuaresma, sólo alcanza a la década del treinta del siglo pasado. Para aquellos años, como ya lo he anotado, el caserío de Atalaya era pequeño y sólo sobresalía la estructura de la iglesia tal y como está ahora con pocas variantes.

 

Los peregrinos empezaban a llegar el Sábado en la tarde principalmente de las comunidades cercanas, aunque también de las provincias centrales. El medio de transporte era fundamentalmente a caballo y a pie. Entre 1930 y la década del cuarenta la cantidad de peregrinos se podía calcular entre tres mil a cuatro mil, cada año esta cantidad iba en aumento.

 

Con la aparición del automóvil para esa época, recuerdo que a la comunidad sólo llegaban dos “chivas”, pues los carros eran escasos y no existían carreteras. Unas de esas chivas venía de Soná y se estacionaba en “El Caimito” a la entrada de la plaza. Entrada la tarde se formaba una gran fila de peregrinos para montar la chiva, que por el pago de un real daba la vuelta a la plaza del pueblo, “a real la vuelta” pregonaba el “chivero”.

 

De acuerdo a la cantidad de peregrinos que aumentaban año tras año, así mismo aumentaban las limosnas y donaciones a la imagen. Igualmente aumentaban los puestos de ventas de comida que consistían en rancherías y fogones de leña donde se cocinaban comidas de la época como puerco azado y frito, chicharrones, arroz con guandú, sancocho de gallina, sopa de res, empanadas, bollos, así como dulces entre ellos, el pan de dulce, huevitos del faldiquera, huevitos de leche, queques y pan de maíz fundamentalmente. En ese tiempo no existía luz eléctrica, por lo que estos puestos de venta se alumbraban con mechones de Keroseno. Tampoco había acueducto por lo que las personas se servían de agua en una bomba (pozo artesano) que estaba en el centro de la plaza principal, desde la madrugada había que hacer fila para recoger el vital líquido o utilizar el agua de las quebradas y riachuelos cercanos.

 

La peregrinación culminaba el domingo después de la procesión a eso del medio día. Poco a poco la gente abandonaba el pueblo y sólo quedaban algunos jinetes que lucían sus cabalgaduras de paso alrededor de la plaza.

 

Hay que destacar que las ofrendas tanto en oro, plata y en dinero iban aumentando año tras año. Para esta época recuerdo que las ofrendas en dinero desde 1930 crecieron progresivamente cada año de tres mil a cuatro mil balboas, en la medida que crecía la afluencia de peregrinos. El dinero era administrado por el párroco en esa época el Padre Juan José Canovas. Posteriormente cuando se creó la Diosesis de Santiago las recaudaciones se administraban por ésta última.

 

 

A partir de 1950 las peregrinaciones y la festividad en general ha ido creciendo tal y cual la conocemos hasta la actualidad.

 

 

 

ATALAYEROS Y PERSONAS QUE CONSTRIBUYERÓN A FORJAR EL PROGRESO DE LA COMUNIDAD.

En primera instancia quiero mencionar a dos ciudadanos de nacionalidad china, los señores José Luis y Rosendo Jorge. Ellos demostrando gran capacidad de trabajo lograron establecerse y mantener sus negocios de abarroterías, carnicería y una fábrica artesanal de jabón de sebo. La humildad y don de gente les permitió incorporarse al vivir comunitario donde se les guardaba gran estimación. Ambos dejaron como herencia una descendencia respetada. Como dato curioso deseo comentarles que el jabón de sebo hecho por Rosendo Jorge, lo fabricaba con sebo de res, que ponía a cocinar en una paila grande como las de hacer miel, se le agregaba una ceniza llamada "lejía" igual a la madera de donde se obtenía. Hecha la mezcla se seguía cocinando y batiendo hasta obtener una gruesa pasta que al enfriarse se tendía y se cortaba en trozos cuadrados. Este jabón se usaba para lavar y hasta para bañarse.

 

Otros ciudadanos que contribuyeron con su grano de arena al progreso de la comunidad y al bienestar de la población fueron en primer lugar los ebanistas empíricos señores, Calazancio Valdés y Gregorio Pinzón, ellos en el año 1930 construyeron el altar mayor y dos altares laterales de la iglesia de Atalaya, los mismos se construyeron con madera de caoba; hoy se conservan como el primer día en la iglesia de Montijo, donados por Monseñor Juan José Cánovas en el año 1952 cuando los sustituyó por los actuales altares de mármol. Junto a estos finos ebanistas y. carpinteros que contribuyeron a la construcción y remodelación de nuestras viviendas se destacaron también lo señores Manuel García, Carmelo Alfano, Antonio González y Cástulo Antonio Royo.

 

Entre las personas que más han influido en la vida del pueblo se debe resaltar, sobre todo, a Monseñor Juan José Cánovas del que tengo un grato y especial recuerdo que estoy seguro comparto con muchos atalayeros. El padre Cánovas fue rector espiritual de la feligresía de Atalaya por espacio de cincuenta y dos años. Con su dedicación, honradez y capacidad de trabajo terminó la torre de la Iglesia de Atalaya inconclusa desde el año 1779. En el año 1932 terminó la reconstrucción y remodelación de la Iglesia dándole su estructura actual hasta completar su decoración en los primeros años de la década del cincuenta del siglo pasado. Otro logro del Padre Cánovas fue el de impulsar y promover las peregrinaciones a Jesús Nazareno de Atalaya.

 

No puedo dejar de menciona aquí, al señor Eustorgio Zevallos, fino y delicado orfebre de fama nacional; a los alcaldes señores Pascual Vallejos, José Esquivel Delgado, Pedro Valdés y Jesús María pinzón; a los primeros concejales y otros funcionarios como Polidoro pinzón, Isauro Carrizo, Francisco de J. pinzón, Hipólito Díaz, Aurelio García y Samuel David Pinzón; a los obreros y agricultores que como miembros de hacendosas familias fueron ejemplo para las nuevas generaciones, ellos fueron, los señores Moisés pinzón, Salvador Campos, José Manuel Pinzón, Apolonio Valdés, Pedro Guevara, Aniano Portugal, Matías Zevallos, Isaac Torres, Francisco Marín, Herminio Herrera, además de Pura Viuda de Pinzón, Arcadio Marín, Elena Zevallos, Emilia Zevallos de Pinzón, Virginia Viamonte, Josefina Viuda de Zevallos, Rufina de Vallejos, Justina de Pinzón, María de la Luz Viuda de Caballero, Juana mojica de Zevallos, Eusebia Medina de Medina, Encarnación Marín, Rufina Solís de Acosta y otros que no puedo precisar. Debo mencionar con profundo respeto y admiración a los maestros de primaria que laboraron en esta comunidad como, Laura Alfano y Raquel Milord.

 

Es agradable recordar aquellos alimentos que se hacían en horno de barro con leña como el gustoso pan de huevo, dulces, queques, pan de dulce, merengues, chiricanos, pan de maíz, etc. que eran preparados con manos expertas y diligentes como las de las señoras Marcos Campos, Salvadora González, Josefina viuda de Caballero, Doña Justa león de Maure, Inés Mendoza de Torres, Modesta de Valdés, el señor Pedrito Guevara y la señora Juanita Acosta viuda de Portugal que elaboraba el sabroso dulce de naranja con yuca y el gustado bienmesabe.

 

Termino este relato con la nostalgia del Atalaya de ayer, convencido que esos sano y buenos tiempos del pasado no volverán, pero con la seguridad de que la lectura de este trabajo será apreciada por los atalayeros de hoy, para seguir adelante con un futuro mejor.

ATALAYA, 1999


 


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